"debería existir el arte total sin caer en totalitarismos" (a.b.2)
los que se aprovechan
son unos aprovechados,
y siempre están ahí, aprovechándose,
En los estrenos, en las inauguraciones, en los grandes eventos, se suele servir vino. Yo no bebo, pero el de hoy lo he probado. Unos decían que era bueno, otros decían que era muy malo. A mí me ha parecido como todos, porque no entiendo de vinos. Podía elegir entre blanco y tinto, y he elegido blanco, o más bien han elegido por mí, porque mi intención no era beber vino. Pero soy consciente de que en un sitio así, en el que se habla con la gente con la que vas, o con la que te encuentras, hay que ir con una copa en la mano, aunque no se beba de ella. Aunque sólo sea por tener una mano ocupada. Hay algunos que se hacen rellenar la copa seis o siete veces, hay otros que con una es suficiente. Para acompañar el vino había almendras, patatas, cacahuetes, todo muy frito y aceitoso. Y claro, en cuanto me he querido dar cuenta, tenía las dos manos ocupadas, la primera con la copa, y la segunda con un plato en el que he recopilado una homogénea mezcla de fritos; de ese plato he ofrecido a la gente que estaba a mi alrededor, cual "camarera cualquiera y silvestre", según le he dicho a un individuo al que juro no conocer de nada, pero al que la confianza que da tener una copa en la mano en un sarao me ha hecho soltarle por mi boca semejante expresión. Además ya había bebido un poco de la copa, y estaba empezando a tomarme libertades con gente a la que no había visto en la vida, pero que se encontraban en la misma situación que yo: la de un ser humano con un vino en un sarao. En el fondo se trata de eso, de que el tener una copa te haga hablar con el resto de participantes, de que no te puedes ir porque no te has acabado aún el vino, de llevarte la copa a los labios cuando haces que escuchas, (o cuando escuchas de verdad, que hay algunos), de hacerte el interesante sujetando tu copa y, además, de no sentir que se tiene un brazo tonto, inútil, un apéndice desinflado que cuelga de uno. En realidad el vino en un sarao es para eso, para no sentir que el brazo es la continuación malograda del hombro, que no sabes si guardar bajo la chaqueta, meter en un bolsillo o maldecirte por no habértelo dejado en casa. Para no sentirte tonto al no saber qué hacer con el brazo. El vino en el sarao se ha inventado para que no nos sintamos inútiles y podamos hacer negocios a gusto, con el resto de las personas del sarao. Porque en definitiva, lo que se hace en los saraos son negocios. En mi caso, he tomado al asalto el revuelto de fritos para que el otro brazo se sintiera útil también. Así mis dos brazos tenían algo que hacer. Mis dos brazos sienten mucha envidia, el uno del otro. Así son ellos.
Hojeando el folleto de La noche de los libros, evento que ha movilizado la ciudad de Madrid hoy, me pregunto cuántos de los gerifaltes que han leído un par de párrafos de El Quijote en el Círculo de Bellas Artes sabrían contestar a una pregunta sencilla: "¿qué es El Quijote?". Y me pregunto también por qué tantos directores de cine a punto de estrenar película han firmado hoy libros que han sido publicados hace ya varias décadas. Y por qué tantos grupos musicales han ambientado las compras de libros en otras tantas librerías. Y en qué libro se han inspirado los bailarines que han mostrado su arte en enclaves diversos de la culta capital. Y por qué han invadido las bibliotecas (esos lugares repletos de volúmenes que podrían haberse sentido orgullosos hoy por la impuesta efemérides) un sinfín de conciertos, talleres de papiroflexia, cuentacuentos representaciones teatrales y alguna performance "erótica" (como leo en el programa), en vez de permitir que los usuarios hicieran eso que es más común con los libros. Y sigo preguntándome por qué una institución pública celebra el día y la consiguiente noche con un recorrido por las "fondas, mesones, botillerías y cafés" del Madrid Ilustrado. Y sobre todo, me pregunto por qué la imagen de todas esas noches en producción industrial que se nos brindan últimamente (la de los libros, la de los teatros, la que va "en blanco") es la luna llena, con sus tonos grises y sus cráteres y sus mares, una imagen de la que se han apropiado, que antes significaba otra cosa mucho más poética y evocadora, y que al mirarla ahora, me transmite una única idea: dinero, el dinero que cuestan todas estas noches, esa suma que yo, como pobre mortal, nunca llegaré a saber. Como tampoco sabré si la fotografía de la luna que utilizan como imagen es propia o es escaneada de un libro. Porque para algo sirven los libros, supongo, ya lo he visto el día de hoy. Festejando El día del libro y La noche de los libros se ha privado de significado y de utilidad a lugares dedicados a la lectura, se ha dotado de música en directo, algo hasta hace un par de años impensable, a espacios de venta de libros, algunos tan pequeños que para hacer hueco a un cantautor con su guitarra habrán tenido que sacar a la calle bajo la lluvia un par de mesas con libros. Y se ha utilizado la efemérides a modo de contenedor de escombros, depositando a lo largo del día de hoy cualquier propuesta para festejar esta señalada fecha, por descabellada que fuese la idea, y por opuesta a los libros que se encuentre. Y ahora es cuando me pregunto si no se ha olvidado eso que se hace principalmente con los libros: leer. Y pensar esto me da miedo; esta noche me acuesto con miedo. Para mí esta noche es La noche del miedo.
"teatro ambassador (embajador), new york
construido en 1921, es uno de los cuatro teatros de Broadway diseñados por Herber Krapp para los Shubert y el único que actualmente gestiona su organización. Como es normal en los diseños de Krapp, la fachada es bastante sencilla, dotando al interior de un diseño muy elegante. Otra de las señas de este teatro es su peculiar diseño, ya que para poder aprovechar al máximo el espacio desponible, krapp diseñó el teatro en diagonal sobre la planta del edificio, dándole un aforo de 1.155 espectadores.
durante los primeros años el teatro se especializó en operetas y comedias musicales. en 1935 los Shubert vendieron el teatro y este pasó a utilizarse como cine, emisora de radio o estudios de televisión. en 1956 los Shubert vuelven a adquirir el teatro y con ellos regresan los estrenos, con obras como el fuerte rojo o el león en invierno.
desde el año 2003 el teatro viene ofreciendo el exitoso musical Chicago, el cual fue trasladado aqui desde el teatro Shubert" (peter gunn)
Cuando yo era niño mi abuela me llevaba a una tienda de literatura al peso que había en una placita cerca de mi casa, en las plazas en las que había de todo, porque en mi calle sólo había tiendas de pijos. Nosotros vivíamos en lo alto, en la zona de pijos, sin serlo, pero abajo había otras tiendas que me gustaban más, y a la de literatura al peso íbamos a menudo. Me gustaba revolver el género en aquella tienda. Lo tenían sobre unas mesas grandes o metido en cajas por el suelo. Había montones de novelas, y teatro, y ensayos, y columnas de opinión. Uno elegía y luego iba a la caja, le pesaban el material en una gran báscula, y multiplicaban. Toda la novela junta, todos los ensayos juntos, todo el teatro junto, y todas las columnas juntas, y luego multiplicaban por el precio al que estaba cada una de las categorías ese día; ese precio podía oscilar según fuera el mercado. Las columnas eran lo más barato, y mi abuela, como había tenido que sobrevivir en la posguerra gastando poco dinero, y tenía que gastar también poco durante muchos años después de la posguerra, sólo compraba columnas. Muchas columnas. Las juntaba todas sobre la báscula, el dependiente anotaba el peso, y calculaba mentalmente y valiéndose de un papel usado (alguna página de una novela vieja) y un lápiz, finalmente le cobraba a mi abuela el resultado. Ella se fiaba de la mente calculadora del dependiente y pagaba lo que éste le pedía, porque, al fin y al cabo, mi abuela para los números nunca había sido muy dotada, y no era cuestión de ponerse a discutir con los tenderos. Mi abuela compraba muchas columnas al peso porque eran lo más barato y porque ella se entretenía haciendo fundas para las almohadas de nuestras camas. Pasaba tardes y tardes con la televisión puesta, cosiendo fundas de almohada con columnas de opinión. Para que tuviéramos variedad de fundas de almohada. Una por semana por lo menos. Ahora, muchos años después, sigo teniendo un cajón lleno de fundas de almohada, hechas con columnas al peso.
hoy me he encontrado a martín cuando él salía del cine, y le he preguntado que qué había visto y que por qué iba al cine, y no me ha querido responder, pero de repente venía su autobús, y me ha dicho adiós precipitadamente, ha cogido el billete del bolsillo, y al sacar la mano se le ha caído un papelito, y como no he podido dárselo porque ya estaba dentro, y lejos, diciéndome adiós, pues le he enseñado el papel, con el brazo en alto, y luego lo he mirado yo,
ja, era la entrada del cine, ja, vaya películas que ves, martín,
"teatro municipal san glorio de la martinica, construido hacia el 1500 con financiación procedente de las arcas de los reyes católicos, que quisieron crear un centro de cultura para los españoles que allí quedaban a evangelizar a los indígenas, posteriormente fueron expulsados, como todos sabemos, por los franceses,
en este teatro se conocieron napoleón y la que sería su amada esposa, pero yerma como la de lorca, josefina, que consiguió que el emperador se fijara en ella al reventársele el corsé mientras le indicaba cuál era su asiento -de hecho se cree que josefina fue la primera acomodadora de la historia-
actualmente el teatro es propiedad de una empresa alemana que fabrica salchichas, que lo ha modernizado con el fin de dar más cabida a los visitantes de la oktober fest de martinica, que se celebra el primer domingo de mayo -y así cumplen también con el día de la madre y de la virgen-, de hecho en la martinica es tradicional acudir el primer domingo de mayo con tu madre vestida con un corpiño al festival cervecero por excelencia e invitarla a salchichas, hay quien también lleva a la virgen, pero ésta se deja ver poco," (l.v.)
"teatro maría guerrero, madrid
fundado en 1885 por el marqués de monasterio con el nombre de teatro princesa. con un aforo de 622 personas, el teatro se creó con la idea de ser un local selecto, pero con la muerte del monarca alfonso XII y el posterior luto de la burguesía madrileña, el teatro entro en crisis financiera. desde finales del s. XIX la actriz maría guerrero empezó a realizar actuaciones en el teatro hasta que en 1908 la actriz y su marido compran el teatro para así poder compaginar las representaciones en españa con sus constantes viajes a américa latina. fue la época dorada del teatro con estrenos de benavente, valle-inclán o pérez galdós.
tras el fallecimiento de maría guerrero en 1928, el teatro pasa a manos del estado y 3 años más tarde se le cambia el nombre de princesa por el de la actriz. con el estallido de la guerra civil el teatro cerraría sus puertas hasta 1940, año en que adquirió la categoría de teatro nacional. en 1978 pasa a ser sede del centro dramático nacional, y su dirección corre a cargo de adolfo marsillach.
en abril de 1996 es declarado bien de interés cultural, con la categoría de monumento.
su última reforma se le realizó en el año 2003." (peter gunn)
En Francia existía un negocio que llegó a estar muy en boga durante un tiempo, al que mi imaginación denominaba el negocio del pis, englobando el término "pis" al conjunto de actividades que se pueden llevar a cabo en unos baños públicos cuando se tiene la necesidad. Existe una figura, el cuidador del pis, es decir, el encargado/a de limpiar los baños y colocarse ante las puertas con rollos de papel higiénico en la mano, aparentando estar interesado en el pis de los demás, y por tanto en el bienestar de los demás. A veces incluso, este personaje dirigía el tráfico, y recomendaba utilizar una cabina u otra, sin esperar propina al hacerlo, pues las tarifas de uso de cada baño francés estaban claramente estipuladas en una carta o menú que solía enmarcarse a la entrada. La utilización de un urinario resultaba algo más barata que la de un váter, y a veces se podía encontrar uno un torniquete separando las dos zonas. Para las mujeres se podría decir que había una tarifa plana de uso del baño. Y además no era necesario llevar suelto, porque el encargado tenía cambio hasta para el billete más grande.
En España es poco común que esto suceda, salvo en ciertas estaciones de autobuses o tren, o en baños de lugares públicos muy concurridos como el Parque del Retiro, por ejemplo, en los que existe un platillo para voluntariamente aportar unas monedas al cuidador del pis correspondiente. Pero eso casi nunca va conmigo, soy de los que no suelen pagar por mear, si puedo evitarlo.
El último verano viajé a París concienciado de que ir al baño varias veces al día era importante para un veraneante. Siempre había tenido clara en mi mente la lista de lugares en los que hacerlo en aquella ciudad era gratis, como por ejemplo en los baños de los Museos Municipales, o en un pasadizo concreto del Museo del Louvre. Pero en aquellas vacaciones bajé del avión con el firme propósito, de pagar por hacer pis si lo necesitaba, pues ya puedo permitirme ciertos gastos. Pero cuando volví a mis lugares favoritos me di cuenta de que algo había cambiado, de que la ciudad se había abierto más que nunca al viajero. Y no resultó estar el pis a 2x1, sino que era gratis en los baños públicos de parques y plazas y en los lugares más turísticos, y en las cabinas individuales de insertar moneda, y creo que incluso en algunos centros comerciales. Los franceses, a los que había llegado incluso a no tolerar por su negocio del pis, habían abierto sus fronteras a los pises más internacionales. Y eso siempre resulta favorable para el concepto que tiene el turista del país anfitrión, pues cuando se viaja uno de los mayores placeres que se puede experimentar, aparte de conocer otras culturas, entablar nuevas amistades, o contemplar obras de arte, es entrar al baño y aliviar vejiga e intestinos.
Las grandes hazañas se consiguen sumando toda una serie de pequeños actos heroicos. Diminutas gestas que consiguen dar forma a un todo. Siempre es así. Como cuando se aprende a leer o a escribir. Como cuando se aprende a nadar. Los franceses han comenzado una apertura desde lo más bajo, desde sus váteres y urinarios públicos. Eso es un gran paso. Desde el verano pasado me llevo mejor con ellos.
nico guau
Ayer estuve en una casa donde había una sala llena de libros y un sillón para leerlos. Quizá eso es lo que no tengo, un lugar para leer. Antes leía en el metro o en el autobús y en el suelo de la caseta y en la cama. En la cama a veces me quedaba dormido. Ahora en mi caseta no tengo suelo, sólamente tengo cama para leer, y siempre me duermo cuando me pongo horizontal. Lo que tengo que leer en el cole no es lo que solía leer antes. Lo de antes lo he intentado leer pero me duermo. Y leo lo del cole, a medias.
Ayer, cuando vi el sillón para leer, en esa habitación llena de libros, me dio mucha envidia, y me acordé de las veces que me habían dado ganas de tirar los libros porque no los puedo leer. Quiero un sillón para leer. O un silla, simplemente. ¿Lo quiero?
Hoy me ha dicho martín que ya no lee; esto es un pie suyo andando por alcalá, por cierto, con la zapatilla que no me gusta:
Que martín no lee. Y he pensado que yo tampoco, y no es porque no tenga un sillón, debe haber alguna otra cosa. Un momento en que dejé de hacerlo. No fue al entrar internet en mis tardes. No fue al no tener suelo para hacerlo. Le he dicho a martín un momento en que él dejó de leer, por decir algo. Pero es una tontería. Me parece que la culpa es de los libros. No dicen nada. No sirven para nada. ¿O es del sillón? ¿Si tuviera un sillón para leer, leería?
ah, culo,